la bolsa

domingo, 27 de mayo de 2012

El mal final de un proyecto gafe

El mal final de un proyecto gafe
Bankia arrastra debilidades desde el mismo momento de nacer
Rato ha acompañado todo el proceso hasta que las nuevas exigencias normativas y la demanda general de transparencia han destapado el fiasco.
Poco esperaban los creadores del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria a mediados de 2009 que una de las fusiones a las que dio paso acabaría resultando un fiasco para vergüenza de todos los gestores de la entidad y los responsables públicos que debían supervisar.
El Banco Financiero y de Ahorros, propietario único de Bankia hasta su salida a bolsa, se estrenó el 1 de enero de 2011 gracias a un acuerdo de integración (SIP) de siete entidades lideradas por Caja Madrid (52%) y Bancaja (37,7%), con participaciones menores de las cajas de Canarias, Ávila, Segovia, Rioja y Laietana.
Esta última, por cierto, fue llorada como uno de los sábanas perdidos del mapa financiero catalán.
Rato, que ya era presidente de Caja Madrid desde principios de 2010 tras su paso por el FMI y que obviamente asumió el liderazgo de Bankia, pilotó la operación.
Pero quizás el ex ministro de Economía hubiera debido saber que sumar 2 y 2 puede dar como resultado, esto depende, 5 o 3. Y, si el objetivo buscado por el FROB era dotar de peso específico las cajas reduciendo la atomización y compaginando debilidades de las unas con fortalezas de las otras,
en el caso de Bankia fue especialmente funesta la unión de Caja Madrid y Bancaja , dos entidades de volumen y alcance considerable con demasiado plomo en las alas con forma de exposición al ladrillo e injerencias políticas de mal justificar.
"Hazte banker", decía la publicidad con que se difundió la salida a bolsa, a mediados de 2011, para captar capital de pequeños ahorradores para complementar los 4.465 millones que ya había obtenido del FROB a finales de 2010 mediante participaciones preferentes convertibles.

Ser 'bankero' no era buen negocio

El sarcasmo generado en la red y buena parte de la opinión pública ante lo que se consideró cinismo en la campaña prefiguró el éxito halagüeño del debut en el parqué, a mitad de julio de 2011.
Bankia tuvo que hacer un descuento del 15% sobre el que anunciaba la hoja de la oferta pública.
Y todo ello para conseguir por los pelos la demanda esperada, con unos inversores a los que tampoco animó bastante el aprobado justito que la entidad había conseguido en los test de estrés practicados pocos días antes. Y aquello sólo fue el principio ...
Rato, a quien muchos exigen responsabilidades, por negligencia, ineficiencia y mala fe, ha pincelado Bankia con declaraciones voluntaristas y una obstinada huida hacia delante que no le han ahorrado especulaciones marcianas como una eventual fusión con La Caixa.
"Somos un banco con beneficios", dijo hace un año.
Y no le han faltado avalistas.
El propio Banco de España dio el visto bueno a abonar buenos los directivos y, poco tiempo después, el consejo de administración propuso repartir 152 millones de euros en dividendos con cargo a los dudosos resultados del 2011.
Pero los apoyos institucionales y el numantisme interno no han evitado el deterioro de la maltrecha imagen de un grupo al que sólo faltaba que se difundiera, hace poco, que ejecuta más del 80% de los desahucios hipotecarios en Madrid.
La ola de reformas normativas agotó los recursos retóricos y el mal quedó bajo el foco. Rato y su consejo se fueron, el banco admitió 3.000 millones de pérdidas del año 2011
(y no unas ganancias de 300, tal como se dijo), y el cálculo de las ayudas públicas que le serán necesarios, que han escalado como en una subasta enloquecida, llegan hasta los 23.400 millones de euros.